Antorcha olímpica

La antorcha olímpica

André Ricard fue el encargado del diseño de la antorcha olímpica, que fue un proceso largo y complejo que debía responder tanto a las necesidades técnicas como a las simbólicas del dispositivo.

En cuanto a las cuestiones técnicas, había que tener en cuenta que se habían de cubrir unos 6.000 km de relevos, cada uno de los cuales sería de un kilómetro o menos y de una duración de entre diez y veinte minutos, y que, siguiendo la tradición, cada relevista se quedaría la antorcha que había llevado en el tramo que le correspondía. Así pues, en una primera etapa, la Escuela de Ingenieros de la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC) hizo un estudio de los sistemas de combustión para determinar que la mejor opción era utilizar el gas. A partir de ahí se encargó a la oficina técnica de Catalana de Gas que preparara un prototipo que cumpliera los requisitos necesarios de combustión para la antorcha. También se tuvieron en cuenta aspectos técnicos como el peso y la seguridad de los atletas.

Una vez resueltas las cuestiones técnicas, ya se pudo definir el tamaño del cabezal y del depósito de gas y se prosiguió a hacer el diseño, que debía responder a la gran carga simbólica de este objeto. La antorcha de Barcelona ’92 tenía un diseño distinguible y diferente de las antorchas de las olimpiadas anteriores, sin buscar, sin embargo, una ruptura con la tradición. Era un objeto con calidad estética de formas contemporáneas y tenía que expresar lo que es Barcelona.

Se otorgó direccionalidad al cuerpo de la antorcha, para tener más dinamismo y señalar su propio norte, Barcelona, y se diseñó el cabezal con forma de pebetero, para señalar el destino final de la llama. La antorcha remitía formas triangulares y cónicas como metáfora de las ánforas y la mediterraneidad y se hizo en aluminio cromado, no sólo por la ligereza del material sino también como color representativo de nuestra época. Finalmente tuvo una longitud de 66 cm y un peso de 1.2 kg.

En la antorcha aparecían el emblema de los aros olímpicos, el logotipo de los Juegos de Barcelona ’92, el número ordinal de la Olimpiada, la ciudad y el año.

La lámpara de seguridad

En la carrera de relevos había que prever la posibilidad de que hubiera contratiempos y se apagara la antorcha, por ello en Olimpia se encendieron tres luces de seguridad que garantizaban que siempre hubiera una llama original para volver a encender la antorcha. Para su diseño se adoptó el diseño tradicional de las lámparas de los mineros y se modificaron para que se ajustaran más al uso que debían tener. Se trataba de tres cilindros de 28 cm de altura y 8 de diámetro hechos con latón dorado.

El pebetero de etapa

Cada día la carrera de relevos terminaba en una ciudad en la que se celebraba un acto de recepción de la llama encendiéndose un pebetero de etapa que permanecería encendido durante horas. Se diseñó un pebetero grande y visible que acogiera la llama de manera ceremoniosa y estaba formado por un monolito de granito rematado por un cabezal como el de la antorcha pero de mayores dimensiones.