Candidatura y nominación

La Candidatura de Barcelona para celebrar la XXV Olimpiada de la era Moderna fue un período iniciado el 31 de enero del año 1981 con la proclamación pública del alcalde Narcís Serra de la voluntad de presentarse como ciudad candidata. Este proceso duró hasta el nombramiento del municipio como sede de los Juegos de 1992, el 17 de octubre de 1986. Durante el año 1982 se redactó el primer documento de la Candidatura, el libro Barcelona pretende los Juegos de 1992. Y en 1983 se iniciaron los primeros proyectos encargados por el alcalde Maragall, a través de la recién creada Oficina Olímpica del Ayuntamiento y el Consejo Rector de la Candidatura con representación institucional municipal, de la Generalitat y del Estado.

La Oficina fue el órgano ejecutivo del Consejo Rector a partir de una doble actuación: la coordinación de todos los proyectos y estudios urbanísticos y de adecuación de la ciudad, como los específicamente destinados a la organización de los Juegos, y por tanto, la redacción del Dossier de la Candidatura.

El Dossier constituía el documento acreditativo de la firme voluntad y compromiso de la ciudad de acoger los Juegos Olímpicos de 1992, presentando garantías en todos los aspectos, desde la seguridad, hasta la relevancia histórica, pasando por los planes de desarrollo urbanístico, el compromiso con los valores olímpicos, y la viabilidad económica del proyecto. El Dossier se terminaría de redactar el mismo año 1986 para ser presentado el primero de marzo en Lausana por Pasqual Maragall, haciéndose público en los medios de comunicación quince días más tarde.

Después de que Barcelona quedara finalista conjuntamente con Amsterdam, Belgrado, Birmingham, Brisbane y París, el 17 de octubre de 1986 Juan Antonio Samaranch proclamó, durante la 99ª Sesión del CIO en Lausana, la nominación de Barcelona como sede de la XXV Olimpiada de la era moderna.

La estrategia final de la candidatura estuvo orientada a la nominación a través de una campaña de relaciones públicas en torno a la ciudad suiza, con una fuerte presencia institucional en ferias y exposiciones, para crear un ambiente propicio. En este sentido destacó la elaboración de un mapa de Europa donde se iluminaban todas las ciudades olímpicas, repartidas por todo el continente, y donde visualmente había un desequilibrio con respecto a España, ya que allí nunca se habían celebrado unos Juegos Olímpicos y, por tanto, quedaba a oscuras.

Resultados de la nominación, en número de votos:
1ª ronda: Barcelona (29), París (19), Belgrado (13), Brisbane (11), Birmingham (8), Ámsterdam (5, eliminada)
2ª ronda: Barcelona (37), París (20), Belgrado (11), Brisbane (9), Birmingham (8, eliminada)
3ª ronda: Barcelona (47, elegida), París (23), Brisbane (10), Belgrado (5)

La nominación vinculaba la ciudad con el COI a través de un contrato donde también figuraba el Comité Olímpico Español para firmar la Carta Olímpica, y formalizar las principales obligaciones derivadas de la concesión de unos Juegos Olímpicos. Esto significaba que Barcelona debía asumir unos compromisos específicos con la Familia Olímpica, la cual había de ser atendida tal y como el CIO disponía. Además también quedaban establecidas una serie de obligaciones financieras y comerciales, como que el 3% de los beneficios obtenidos de la explotación de emblemas y símbolos olímpicos sería transferido al CIO, que una vez finalizados los juegos se pasaría una copia de todo el sistema informático a este organismo, o la obligatoriedad de que al finalizar los Juegos se redactara una Memoria Oficial, entre otros compromisos. Todo ello quedaba fijado, teniendo en cuenta que en un plazo no superior a seis meses se debería crear un comité organizador local: a principios de 1987 nacía el Comité Olímpico Organizador de Barcelona’92 (COOB’92).